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¡Alternativas integrales ante esta ZBE!13/6/2024
La medida es escasa, en definitiva, porque una vez más, la clase trabajadora es la que va a sufrir las consecuencias. Los coches más antiguos y los más contaminantes son los que no podrán entrar en la zona de bajas emisiones, y estos pertenecen generalmente a los sectores de la sociedad que menos recursos tienen para comprar coches que permitan la entrada. Por lo tanto, la posibilidad y el “confort” de acceder a las ciudades se convertirá en un privilegio de sectores sociales más pudientes.
Para hacer frente a la problemática de la emergencia climática es necesario reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, por supuesto, pero las soluciones deben ser estructurales. La medida mencionada no es suficiente en sí misma y sólo convertirá en una carga para los ciudadanos con bajos ingresos. Para que la medida sea equitativa, es fundamental facilitar otros recursos, entre otras cosas, garantizar el transporte público y promover alternativas al uso del coche privado. La reivindicación de construir modelos urbanos habitables no encaja con impulsar la compra de coches que puedan pagar unos pocos, sino con reducir el uso del coche privado y recuperar el espacio público para los ciudadanos. En este sentido, en lo que respecta a las políticas urbanísticas, las administraciones deberían trasladar estas medidas sostenibles a todos los rincones de las ciudades. De hecho, las zonas de baja emisión se suelen situar en las zonas más ricas de las ciudades, en las zonas de tiendas o en torno a las residencias de grandes empresas. Por lo tanto, también en este sentido, habría que mantener un equilibrio entre las infraestructuras de los diferentes barrios. ¿Cómo es posible que el proyecto de la subfluvial siga adelante al mismo tiempo que entra en vigor la ZBE? ¿No es paradójico que el objetivo del primero sea, al parecer, reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, mientras que el objetivo del segundo es facilitar más la circulación masiva e insostenible de los coches privados? Es evidente que ninguna medida tiene sentido si no hay cambios en el resto. Para hacer frente al problema de las emisiones, es fundamental que las políticas de ZBE partan de una visión de clase integral. Sólo convirtiendo a la clase trabajadora en parte del debate se conseguirá construir modelos urbanos sostenibles e inclusivos. Por estas razones, los miembros del Jauzi Ekosoziala nos presentamos en contra de este modelo de ZBE, y hacemos un llamamiento para participar en la movilización que se celebrará el próximo 13 de junio en Bilbo
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¿Cuáles son nuestras necesidades para vivir? ¿Y cuáles son nuestras necesidades reales para vivir bien? Responder a estas preguntas es imprescindible en la sociedad del abuso, sobretodo en tiempos de emergencia climática, ecológica y de crisis social. El sistema actual responde a las necesidades reales, sino que propone deseos y los convierte en necesidades falsas. Para ello, se sirve de la publicidad que el sistema llama a un consumo constante y desmedido, a través de las redes sociales y la televisión y el cine, entre otros. Así nos venden la vida de despilfarro como vida de lujo, presentándonos como fuente de vida ideal y de felicidad. Este vínculo artificialmente creado entre el lujo, el despilfarro y la felicidad es más evidente durante las vacaciones, y quizá más aún durante las vacaciones de verano. Después de todo el año de trabajo, sentimos que nuestro momento ha llegado, que nos merecemos esos días de vacaciones que hemos soñado. Tenemos derecho a descansar ante los trabajos precarios y la velocidad que nos enferma. Sin embargo, no es lícito que el cambio de armario de verano para preparar las vacaciones se haga con ligereza de ropa o que se consuma desmesuradamente con pulserita en la otra punta del mundo, aunque la sociedad ponga a nuestra disposición herramientas como viajes de avión baratos o créditos de verano. Saqueamos estas posibilidades al planeta, hipotecando el futuro. Por todo esto, por un lado, deben desaparecer los jets privados, pero también debe disminuir el resto de viajes en avión. No se pueden repetir, por ejemplo, los récords que alcanzó el año pasado el aeropuerto de Loiu con 6,33 millones de pasajeros. El verano, las vacaciones y la felicidad se identifican con un consumo desmesurado, pero la vida tiene límites, y si el despilfarro no fuera la vida ideal, tendríamos más tiempo para la vida real y para que todas las vidas pudieran vivir. Con el conocimiento que tenemos hoy en día, sólo tenemos que aceptar los límites y redistribuirlos. Por eso, en esta campaña, denunciamos el lujo, que va en contra de la vida, y reivindicamos la suficiencia para que todas las personas puedan vivir vidas dignas y deseables. DENUNCIA AL LUJO Aunque los países que sufren desigualdad tienden a tener mayores niveles de contaminación y violencia y peores datos de salud (Wilkingson y Pickett, 2024), en la actualidad la eliminación de la desigualdad no es una prioridad en las sociedades occidentales. El 1% más rico de la población mundial emite 2/3 igual que los más pobres (Oxfam, 2023). También han constatado que los países con un PIB similar con mayor desigualdad económica emiten más GEI que los de mayor igualdad. La diferencia también aumenta el consumismo. Wilkingson y Pickett (2024) advierten de que los estudios demuestran que las personas que viven en sociedades desiguales gastan más en bienes para elevar su estatus. Cuanto mayor es el desarrollo de un país, mayores son sus huellas energéticas ocultas. Los países más ricos consumen más del 18,5% fuera del territorio (contabilidad) (Akizu-Gardoki et al., 2021). En la C.A. de Euskadi, el 22% del consumo total de energía es consumo indirecto oculto. Es decir, estamos entre los países más ricos. Esto responde al modelo de consumo, ya que la energía indirecta incorporada a bienes y servicios representa el 75% del consumo total de energía primaria (Villamor et al., 2022). Este consumo energético pone de relieve que en nuestra sociedad la cultura fósil es estructural. Casi invisible por la tendencia a exteriorizar los impactos del capitalalismo, pero el hecho de que el Pirineo esté lleno de nieve sea noticia deja claro que también sufrimos allí las influencias. La contaminación atmosférica asociada a nuestro modelo de consumo no sólo transforma nuestro territorio, sino también los países con una vida más modesta. De hecho, los países del Sur Global soportarán entre 2/3-3/4 del total de costes generados por la economía del carbono (DARA, 2013). Según el IPCC (2022), entre 2010 y 2020 las muertes por inundaciones, sequías y tormentas eran 15 mayores en las regiones con mayor vulnerabilidad climática que en las regiones con menor vulnerabilidad climática. Muchos refugiados proceden de países más vulnerables y con dificultades de adaptación a los efectos de la emergencia climática. A la contaminación atmosférica generalizada se suma la contaminación cultural durante las vacaciones, transformando territorios y sociedades. Como le ha ocurrido a nuestra gastronomía, la creación de productos para foráneos disuelve el carácter de los autóctonos. ¿Qué cambios estamos provocando cuando nos acercamos de forma turística a una cultura que no conocemos? Sin embargo, el turismo se relaciona con el desarrollo, que alimenta la economía. Uno de los principales indicadores del mandato general del desarrollo es el PIB. El indicador estrella que define los rankings más importantes entre países. Aunque este indicador económico parece estar ligado únicamente a sectores "económicos" como los presupuestos del Estado, el análisis de los mercados, etc., tiene consecuencias en todos los demás sectores. El desarrollo económico que representa el FRP no siempre supone bienestar, la clave está en la redistribución. Vivir en países con bajas tasas de desigualdad implica un mayor número de años vividos con el conjunto de la salud, una mejor salud mental, menores tasas de homicidios y menores tasas de encarcelamiento. Costanza (2023) y Hickel (2022) advierten de la necesidad del medio ambiente para limitar el crecimiento económico y, en su lugar, priorizar la sostenibilidad y el bienestar. Las falsas necesidades que hoy tenemos por normales, no se han entendido como necesidades hasta hace poco. El estilo de vida que nos quieren vender es el del consumo constante; son vidas de lujo aparente, decoradas con ropa barata y comida rápida que traen a casa. La satisfacción de estas necesidades, sin embargo, no produce nada comparable al lujo: destruye el planeta, explota aquí y allá a los obreros y sólo ofrece la falsa felicidad del momento. Tener una sociedad con una edad media de emancipación de 30 años o tener la oportunidad de viajar a la otra punta del mundo en un modelo de sociedad que profundice en la privatización de los cuidados no es tener una buena vida. Uno de los problemas más graves del turismo es la gentrificación. El fenómeno sociocultural que hace desaparecer las posibilidades de que los nativos vivan en sus carriles de nacimiento o en sus barrios va más allá que empresas como Airbnb. La desaparición de sus servicios y tiendas anula el tejido local convirtiendo los barrios en parques temáticos. La concentración hotelera, o incluso las urbanizaciones y viviendas 2, elevan el consumo de bienes como el agua en verano. Si la crisis climática es cierta, la gestión de los bienes que supone la sobreocupación del suelo no puede hacerse con indicadores dependientes del PIB. Además del impacto económico que eleva el PIB, ¿sabemos el medioambiente y el impacto social en los cruceros o macroconciertos? ¿Es aceptable regar los campos de golf de cualquier manera, o no reducir el consumo de agua de los hoteles en caso de sequía? Priorizar las mayorías vaciaría las pistinas privadas, pero mantener las comunitarias. Hay algo que hacer antes de traer agua a bordo. Tenemos que cambiar para que no desaparezcan las tiendas y los servicios básicos de siempre; también frente a los desorbitados alquileres e impuestos que expulsa a profesores, médicos, enfermeras o socorristas, no alimentar la precarización en los lugares que visitamos. La buena vida es la que cubre las necesidades básicas tanto propias como colectivas; el sistema público de cuidados, los proyectos de vida dignos, la falta de preocupación por llegar a fin de mes y que no destruye el planeta. Poco tiene que ver todo esto con el estilo de vida que nos quieren vender. Porque el sistema basado en el consumo rápido, la explotación y el despilfarro sólo genera degradación del planeta y de la sociedad. La eliminación de las diferencias para poner en marcha el cambio de estructura que necesita esa buena vida es fundamental. La sociedad no se sentirá partícipe de un esfuerzo colectivo mientras sienta que hay gente que se le escapa. Por eso es tan importante limitar ese comportamiento y ese estilo de vida insoportables de los ricos para poder hablar de condiciones colectivas de vida. ¿Quién dejará el coche privado mientras haya jets privados? Los gobiernos deberían priorizar las organizaciones colectivas y optar por formas progresivas de pago de impuestos. Para transferir las cargas económicas de las personas con ingresos bajos a las que tienen ingresos altos, reducir la desigualdad y pagar la infraestructura que el mundo necesita para la transición hacia la neutralidad y sostenibilidad del carbono. El turismo basado en el despilfarro exige impuestos especiales sobre todo en lo que se refiere a los bienes básicos. Reducir la publicidad para dar un descenso del consumo y que la aspiración del lujo empiece a diluirse y la imposición de nuevos impuestos escalonados podrían ser una buena opción, siempre dejando libres los bienes para la supervivencia. Por ejemplo, los costes de la energía podrían ser progresivos, cobrando más por unidad en niveles de consumo más altos. Las falsas necesidades que hoy tenemos por normales, no se han entendido como necesidades hasta hace poco. El estilo de vida que nos quieren vender es el del consumo constante; son vidas de lujo aparente, decoradas con ropa barata y comida rápida que traen a casa. La satisfacción de estas necesidades, sin embargo, no produce nada comparable al lujo: destruye el planeta, explota aquí y allá a los obreros y sólo ofrece la falsa felicidad del momento. Tener una sociedad con una edad media de emancipación de 30 años o tener la oportunidad de viajar a la otra punta del mundo en un modelo de sociedad que profundice en la privatización de los cuidados no es tener una buena vida. Uno de los problemas más graves del turismo es la gentrificación. El fenómeno sociocultural que hace desaparecer las posibilidades de que los nativos vivan en sus carriles de nacimiento o en sus barrios va más allá que empresas como Airbnb. La desaparición de sus servicios y tiendas anula el tejido local convirtiendo los barrios en parques temáticos. La concentración hotelera, o incluso las urbanizaciones y viviendas 2, elevan el consumo de bienes como el agua en verano. Si la crisis climática es cierta, la gestión de los bienes que supone la sobreocupación del suelo no puede hacerse con indicadores dependientes del PIB. Además del impacto económico que eleva el PIB, ¿sabemos el medioambiente y el impacto social en los cruceros o macroconciertos? ¿Es aceptable regar los campos de golf de cualquier manera, o no reducir el consumo de agua de los hoteles en caso de sequía? Priorizar las mayorías vaciaría las pistinas privadas, pero mantener las comunitarias. Hay algo que hacer antes de traer agua a bordo. Tenemos que cambiar para que no desaparezcan las tiendas y los servicios básicos de siempre; también frente a los desorbitados alquileres e impuestos que expulsa a profesores, médicos, enfermeras o socorristas, no alimentar la precarización en los lugares que visitamos. La buena vida es la que cubre las necesidades básicas tanto propias como colectivas; el sistema público de cuidados, los proyectos de vida dignos, la falta de preocupación por llegar a fin de mes y que no destruye el planeta. Poco tiene que ver todo esto con el estilo de vida que nos quieren vender. Porque el sistema basado en el consumo rápido, la explotación y el despilfarro sólo genera degradación del planeta y de la sociedad. La eliminación de las diferencias para poner en marcha el cambio de estructura que necesita esa buena vida es fundamental. La sociedad no se sentirá partícipe de un esfuerzo colectivo mientras sienta que hay gente que se le escapa. Por eso es tan importante limitar ese comportamiento y ese estilo de vida insoportables de los ricos para poder hablar de condiciones colectivas de vida. ¿Quién dejará el coche privado mientras haya jets privados? Los gobiernos deberían priorizar las organizaciones colectivas y optar por formas progresivas de pago de impuestos. Para transferir las cargas económicas de las personas con ingresos bajos a las que tienen ingresos altos, reducir la desigualdad y pagar la infraestructura que el mundo necesita para la transición hacia la neutralidad y sostenibilidad del carbono. El turismo basado en el despilfarro exige impuestos especiales sobre todo en lo que se refiere a los bienes básicos. Reducir la publicidad para dar un descenso del consumo y que la aspiración del lujo empiece a diluirse y la imposición de nuevos impuestos escalonados podrían ser una buena opción, siempre dejando libres los bienes para la supervivencia. Por ejemplo, los costes de la energía podrían ser progresivos, cobrando más por unidad en niveles de consumo más altos. SUFICIENCIA ¿Quién define esas falsas necesidades? ¿En función de qué o en beneficio de quién? El sistema capitalista te ha creado "necesidades" y ha creado e idealizado formas de vida lujosas. El lujo es aspiración en nuestras sociedades. Pero este lujo sólo está disponible para unos pocos en un sistema que aumenta la competencia y las diferencias entre ellos. Queremos recuperar el valor de la suficiencia para reducir las desigualdades sociales y suavizar la emergencia climática. La idea de "cada vez más, mejor" está muy extendida en las sociedades capitalistas, pero, en la realidad, muy pocas cosas siguen esta regla. El propio desarrollo de los países industrializados, de esos que tienen un PIB alto, es excesivo, desmedido. En la sociedad del abuso (Herrero, Cembranos y Pascual, 2011) la mayoría de las cosas imprescindibles escasean. La definición y satisfacción de las necesidades ante estos deseos o deseos va de la mano de la suficiencia. Suficiencia no es austeridad, es ejercicio consciencia. Las "necesidades" impuestas de arriba a abajo son un problema estructural y nosotros también tenemos consumos desmesurados. Si hasta ahora se ha hablado de salario mínimo o servicios mínimos, tendría sentido reducir el abuso limitando las propiedades, poniendo rentas máximas, o poniendo medida al consumo (agua, gasolina, emisiones de CO2, residuos). El descenso del consumo podría hacerse a través de nuevas formas de organización dando respuesta comunitaria al problema estructural. Ese es un paso en el fondo que defendemos. La suficiencia consiste, pues, en consumir lo necesario (y no más), respetando la complementariedad y convivencia entre los seres humanos y con la naturaleza. Si se persiguen metas modestas, es fácil vivir en la prosperidad. En consecuencia, es necesario identificar las necesidades básicas y modificar los sistemas para satisfacerlas, de forma que se consuma menos y mejor (Acosta, 2012). Otro paso fundamental. Aunque no tengamos que centrarnos sólo en los individuos, como la tendencia al exceso se hace notar entre nosotros en verano, en esta campaña queremos fijarnos también en eso. A favor del turismo vinculado al territorio y en contra del modelo turístico de explotación y despilfarro de bienes. ¿Qué vamos a buscar huyendo al extranjero, apenas conociendo nuestro territorio y nuestra historia? Huyendo del trabajo precario, de las miles de horas de trabajo de los once meses, de los entornos artificializados, de la velocidad e hiperconectividad que aumenta la tecnología... consumimos lugares. El derecho al descanso y la esencia de tener tiempo para desconectar y para uno mismo no debería estar basado en unas vacaciones fosilistas y consumos desmesurados. Porque nos hace vulnerables y a otros los invulnerabamos y precarizamos. La cultura "desarrollista" que calificó de pobres los estilos de vida modestos y sencillos o los partidarios del desarrollo, los desprecia y denigra. En cambio, estas formas de vida no ponen en peligro la supervivencia y la dignidad, porque están en coherencia con los ritmos de vida naturales y dentro de los límites de la naturaleza. ¿Cómo nos relacionaremos nosotros mismos con los lugares que visitamos este verano? ¿Podemos conseguir el necesario descenso de descanso y ritmo durante las vacaciones? ¿Seremos capaces de apagar el móvil y hacer una verdadera desconexión? Para evitar la fuga, ¿recurrimos a la base? ¿Nos atreveremos a repartir el trabajo y renaturalizar nuestros barrios? ¿Vamos a apostar por el ocio no consumista y a cuidar las relaciones y a toda persona entre todos? ¿Exigiremos una redistribución de los beneficios que sustente el servicio básico? ¿No serán estos cambios los que producirán la tierra fértil para fecundar la próspera vida? En este sentido, ¿qué es la riqueza? Estamos hablando de una riqueza de poco bien material, pero de mucho bien relacional. Nosotros estamos convencidos de que las sociedades de menos consumo van a repercutir positivamente en el bienestar. Esto significa tener que trabajar menos asalariados y, en consecuencia, más tiempo para la vida social, cultural y política, o para tareas de cuidado. La suficiencia material abre la posibilidad de una realización tanto personal como colectiva. ¿Qué es más deseable? ¿Vivir explotado para tener que huir, o más lento y más cerca del medio natural para no tener que huir en vidas precipitadas? ¿Quién define esas falsas necesidades? ¿En función de qué o en beneficio de quién? El sistema capitalista te ha creado "necesidades" y ha creado e idealizado formas de vida lujosas. El lujo es aspiración en nuestras sociedades. Pero este lujo sólo está disponible para unos pocos en un sistema que aumenta la competencia y las diferencias entre ellos. Queremos recuperar el valor de la suficiencia para reducir las desigualdades sociales y suavizar la emergencia climática. La idea de "cada vez más, mejor" está muy extendida en las sociedades capitalistas, pero, en la realidad, muy pocas cosas siguen esta regla. El propio desarrollo de los países industrializados, de esos que tienen un PIB alto, es excesivo, desmedido. En la sociedad del abuso (Herrero, Cembranos y Pascual, 2011) la mayoría de las cosas imprescindibles escasean. La definición y satisfacción de las necesidades ante estos deseos o deseos va de la mano de la suficiencia. Suficiencia no es austeridad, es ejercicio consciencia. Las "necesidades" impuestas de arriba a abajo son un problema estructural y nosotros también tenemos consumos desmesurados. Si hasta ahora se ha hablado de salario mínimo o servicios mínimos, tendría sentido reducir el abuso limitando las propiedades, poniendo rentas máximas, o poniendo medida al consumo (agua, gasolina, emisiones de CO2, residuos). El descenso del consumo podría hacerse a través de nuevas formas de organización dando respuesta comunitaria al problema estructural. Ese es un paso en el fondo que defendemos. La suficiencia consiste, pues, en consumir lo necesario (y no más), respetando la complementariedad y convivencia entre los seres humanos y con la naturaleza. Si se persiguen metas modestas, es fácil vivir en la prosperidad. En consecuencia, es necesario identificar las necesidades básicas y modificar los sistemas para satisfacerlas, de forma que se consuma menos y mejor (Acosta, 2012). Otro paso fundamental. Aunque no tengamos que centrarnos sólo en los individuos, como la tendencia al exceso se hace notar entre nosotros en verano, en esta campaña queremos fijarnos también en eso. A favor del turismo vinculado al territorio y en contra del modelo turístico de explotación y despilfarro de bienes. ¿Qué vamos a buscar huyendo al extranjero, apenas conociendo nuestro territorio y nuestra historia? Huyendo del trabajo precario, de las miles de horas de trabajo de los once meses, de los entornos artificializados, de la velocidad e hiperconectividad que aumenta la tecnología... consumimos lugares. El derecho al descanso y la esencia de tener tiempo para desconectar y para uno mismo no debería estar basado en unas vacaciones fosilistas y consumos desmesurados. Porque nos hace vulnerables y a otros los invulnerabamos y precarizamos. La cultura "desarrollista" que calificó de pobres los estilos de vida modestos y sencillos o los partidarios del desarrollo, los desprecia y denigra. En cambio, estas formas de vida no ponen en peligro la supervivencia y la dignidad, porque están en coherencia con los ritmos de vida naturales y dentro de los límites de la naturaleza. ¿Cómo nos relacionaremos nosotros mismos con los lugares que visitamos este verano? ¿Podemos conseguir el necesario descenso de descanso y ritmo durante las vacaciones? ¿Seremos capaces de apagar el móvil y hacer una verdadera desconexión? Para evitar la fuga, ¿recurrimos a la base? ¿Nos atreveremos a repartir el trabajo y renaturalizar nuestros barrios? ¿Vamos a apostar por el ocio no consumista y a cuidar las relaciones y a toda persona entre todos? ¿Exigiremos una redistribución de los beneficios que sustente el servicio básico? ¿No serán estos cambios los que producirán la tierra fértil para fecundar la próspera vida? En este sentido, ¿qué es la riqueza? Estamos hablando de una riqueza de poco bien material, pero de mucho bien relacional. Nosotros estamos convencidos de que las sociedades de menos consumo van a repercutir positivamente en el bienestar. Aunque los países que sufren desigualdad tienden a tener mayores niveles de contaminación y violencia y peores datos de salud (Wilkingson y Pickett, 2024), en la actualidad la eliminación de la desigualdad no es una prioridad en las sociedades occidentales. El 1% más rico de la población mundial emite 2/3 igual que los más pobres (Oxfam, 2023). También han constatado que los países con un PIB similar con mayor desigualdad económica emiten más GEI que los de mayor igualdad. La diferencia también aumenta el consumismo. Wilkingson y Pickett (2024) advierten de que los estudios demuestran que las personas que viven en sociedades desiguales gastan más en bienes para elevar su estatus. Cuanto mayor es el desarrollo de un país, mayores son sus huellas energéticas ocultas. Los países más ricos consumen más del 18,5% fuera del territorio (contabilidad) (Akizu-Gardoki et al., 2021). En la C.A. de Euskadi, el 22% del consumo total de energía es consumo indirecto oculto. Es decir, estamos entre los países más ricos. Esto responde al modelo de consumo, ya que la energía indirecta incorporada a bienes y servicios representa el 75% del consumo total de energía primaria (Villamor et al., 2022).
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¡A favor de vidas dignas!11/5/2024 Hoy, 11 de mayo, hemos salido a la calle a participar en la movilización convocada por la Carta de Derechos Sociales de Euskal Herria en favor de una alternativa ecosocial justa. Cientos de personas y diferentes agentes hemos reivindicado una alternativa ecosocialista justa y vidas dignas. Tras hablar en septiembre de 2023 sobre la necesidad de cambiar el rumbo del modelo económico, político y social entre más de 40 agentes sociales en el punto de encuentro "El mar de los pequeños fuegos", se acordaron 7 ejes: 1. Un planeta habitable para todas las personas 2. Un modelo económico que ponga a las personas en el centro 3. Redistribución y reconocimiento del trabajo 4. Fomento de soberanías 5. Derecho a todas las personas 6. La guerra y la renuncia al aumento del gasto militar 7. Planificación y participación democrática ¡Por vidas dignas, cambiar de rumbo!
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Una alternativa para Mecaner9/5/2024 Hoy hemos participado en una comparecencia pública en la puerta de la empresa Mecaner de Urduliz. El mensaje es claro: aunque Mecaner se haya cerrado, la batalla no ha terminado. Las máquinas siguen en urduliz y lo mismo las instalaciones. Por eso algunos agentes del Movimiento Ecologista, militantes de diversos movimientos populares, trabajadores de la industria, alcaldes y concejales de la comarca, un puñado de miembros del mundo académico y vecinos y vecinas de la comarca hemos pedido claramente al Gobierno Vasco:
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¡Estamos aquí!4/5/2024 Hoy hemos presentado en Eibar el nuevo grupo ecologista Jauzi Ekosoziala! Siguiendo las conclusiones obtenidas durante el proceso de reflexión, hemos nacido para luchar por una transición ecosocial justa en Euskal Herria. Nuestro objetivo es claro: Impulsar en Euskal Herria una transición ecosocial basada en la justicia social para hacer frente a la emergencia climática y ecológica, disputando la lucha cultural y articulando mayorías. Por este camino hemos creado el grupo con tres objetivos principales:
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